
Ecos De Chernóbil
Hablando de desastres
Después del accidente en Beirut, la investigación me llevó a profundizar en las explosiones a gran escala y cómo se ven afectadas las vidas de los habitantes de un lugar a partir de ellas. Terminé encontrando arte como consecuencia de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki. Un arte doloroso, muy crudo, pero a la vez muy humano. Por otro lado, me resultó imposible hablar de energía nuclear sin que el pensamiento me llavara a Chernóbil.
Ay, Chernóbil. Me parece difícil encontrar a una persona que no haya escuchado algo al respecto de la radiactividad, los mitos que se han esparcido de la zona de exclusión, o incluso la poca importancia que se le ha dado al evento, pues el tema se ha tomado a la ligera varias veces.
La desinformación y el morbo del accidente dieron como resultado una película de terror mediocre y un videojuego en el que lo llamativo es el escenario por su parecido a un futuro distópico nuclear. Pero sí, estas creaciones de alguna forma son el ejemplo de que la gente ha oído de Chernóbil.
“Rueda de la fortuna de la ciudad de Pripiat”.
Ante un tema tan complejo y vasto, es fácil quedarnos con lo primero que nos llegue de información, sin darnos la oportunidad de profundizar en el tema. En mi caso yo solo conocía el resumen del evento.
“El 26 de abril de 1986, a la 1:23.58 de la madrugada una explosión destruyó el reactor nuclear de la Central Energética Atómica de Chernóbil, en Ucrania. Los compuestos radiactivos ardieron a temperaturas altísimas por varias horas y el humo residual del fuego movió estas partículas en el aire, llevándolas por todo el continente en cuestión de horas.”
“El techo destruido del reactor nuclear”.
Conocí varios hechos hasta que me topé con el libro de Svetlana Alexiévich “Voces de Chernóbil”. El libro llegó a mí para ser el punto de partida de la obra que presentaría como examen final de Actuación en mi tercer año de la carrera. Es una compilación de testimonios de la gente de Bielorrusia y de otros países de la ex unión soviética que narran, a manera de tragedia griega, cómo reaccionó su entorno ante una catástrofe de esta magnitud.
Yo no sabía que existía un país llamado Bielorrusia, y menos aún que había sido afectado por la nube radiactiva. Sí, conocía la ubicación de la planta en Ucrania, pero me dejó helado saber que los más afectados eran parte de otro país.
Svetlana Alexiévich, autora de “Voces de Chérnobil”.
Uno de los primeros testimonios que narra el libro es el de Luidmila Ignatenko, esposa de uno de los bomberos que llegaron a atender la llamada de incendio inmediatamente después de la explosión. Recuerdo tener el libro en mis manos y llorar ante lo que estaba leyendo. Y ese sólo era el primer testimonio. Mientras más me adentraba en el libro, más entendía el contexto, pero una parte de mí se iba haciendo chiquita ante semejantes declaraciones.
El culpable fue el estado Soviético.
Un teatro nuclear
Siguiendo el proceso de la puesta en escena, recabamos los testimonios que más nos llamaron la atención para, con base en eso, hacer nuestra adaptación teatral. Soldados, científicos, familiares y niños, nadie estuvo a salvo. Recuerdo que uno de los testimonios que yo quería utilizar fue el de uno de los soldados liquidadores.
Los liquidadores eran los encargados de exterminar a todos los animales domésticos que estuvieran contaminados para evitar la propagación de la radiación.
Pero en vez de hablar de la experiencia como soldado, yo me enfoqué en uno de los perros. Me intrigaba saber qué hubiera pensado un perro al haber experimentado el abandono de sus dueños, seguido por el reencuentro con un ser humano que iba a quitarle la vida para salvar muchas más. Fue difícil.
Fotografía: “Soldados” (2018) de Regina Chanona.
En mi grupo creció una inquietud acerca de la energía nuclear que pronto se convertiría en debate sobre si era buena o mala. Me pareció que ambas posturas eran validas, pero la negativa se inclinaba al desconocimiento del tema. Por lo que agendamos una visita al Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares. Así es, a pocos kilómetros de la CDMX tenemos un reactor nuclear de baja potencia. De muy baja potencia, no tiene nada que ver con las plantas nucleares. Esun reactor con fines de investigación.
Fuimos a conocer las instalaciones. Era como estar en una pequeña parte de la Unión Soviética en México. Desde la arquitectura, hasta los murales, todo el ambiente era ajeno a esta época. Y en mí creció un miedo ante la incertidumbre. Un miedo que llevé conmigo adentro del reactor. Lo conocí por dentro, pude ver toda su estructura y aprendí más de lo que jamás pensé hacerlo. Mi conclusión de ese viaje fue la siguiente:
-El accidente de Chernóbil fue un error humano.
-La radiación no es mala en sí, pero es en extremo peligrosa en altas cantidades.
-La negligencia ante un poder tan grande puede causar el exterminio de un pueblo.
Así que hicimos nuestra obra. “La esperanza de un bosque brotando de mi cadáver”. La idea no era condenar a un sistema fallido, sino exponer las consecuencias del desinterés, objetivo que lograríamos desde las personas. Nuestro trabajo nos hizo encarnar a le gente de Bielorrusia para mostrar una verdad que se había perdido de la historia. Las víctimas directas de Chernóbil.
Así mismo, expusimos lo problemático de reducir a las personas a cifras, quitándole todo valor a su existencia más que el expresable con un número dentro de una estadística. Una vez más me topaba con la mirada de Luidmila, ahora en los ojos de una actriz que es en mi opinión de las más grandes de su generación.
Fotografía: “La esposa del bombero” (2018) de Regina Chanona.
Tres miradas, una sola voz
Al año siguiente apareció anunciada en HBO la miniserie “Chernobyl” la cual relataría lo sucedido desde un enfoque más realista y apegado a los hechos. Barbárica. Me pareció una serie barbárica. Al leer el libro, las imágenes que te creas están limitadas por una barrera de autocensura que colocas para defenderte de lo crudas que estas puedan llegar a ser. Las yagas, los cuerpos radiactivos, el exterminio de animales, todo eso lo miras en un filtro.
La serie en cambio lo muestra todo. Los capítulos fueron escritos con una estructura tan bien hecha, que te va mostrando muchas caras del accidente a partir de la gente que lo vivió y sus circunstancias.
Como un curioso y desgarrador déjà vu, el primer capítulo empezaba con la historia de los Ignatenko.
“Chernobyl”, de HBO.
La serie, protagonizada por Jared Harris, Emily Watson y Stellan Skarsgård, narra en cinco capítulos una historia que se ha contado por muchos años, sin titubear al representar la dimensión de esa tragedia mundial. No podría decir que es una serie solamente para aquellos que disfrutan las tramas históricas porque también es un drama social, un estilo un poco apartado de la ciencia ficción pero cercano a un thriller de terror, con el extra de ser una historia real.
Hay mucho que conocer de esa historia y les aseguro que desde el primer capítulo no van a poder despegarse de la pantalla.
Lucrar con tragedias es algo con lo que no estoy de acuerdo, pues existe una línea delgada entre mostrar y dar a conocer una historia y apropiarse de ella para exprimir su potencial narrativo. Los desastres causados por humanos, en este caso específico los nucleares, no pueden ser mostrados desde un lente frío que se despega de la humanidad, porque de ser así va a ser fácil olvidarlo.
Se debe hablar de las consecuencias y la gente afectada.
“Prometeo” de Regina Chanona, 2018.
Para terminar, quiero hablar del personaje que yo interpreté en la obra. Después de visitar momentos de la novela, el público se encontraba con una versión actual de Prometeo, en la que el personaje, en vez de entregar el fuego a los humanos como en el mito griego, les entregaba la radiación a las naciones. ¿El resultado? Una lucha de poder.
Prometeo advertía del peligro de no ser conscientes de las implicaciones que tiene la energía nuclear con la sociedad. Los desastres de esa magnitud no se quedan en una nota periodística o una fotografía antigua pues en la mayoría de los casos acaban con muchas vidas. La radiación destruye en segundos y si bien nos va, las repercusiones a largo plazo pueden ser menores. Pero en el peor de los casos tendremos otro Chernóbil.
Me quedo con un sabor metálico en la boca, un respiro profundo al saber que el mundo está prestando más atención a su historia, fijándose en los detalles para evitar repetirlos y la esperanza de que, si el mundo se ve envuelto en otro desastre así, un bosque podrá brotar de nuestros errores.
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