
El Azul De Ruben Darío
“Silencio de la noche, doloroso silencio
nocturno… ¿Por qué el alma tiembla de tal
manera?”
– Ruben Darío
El término “Modernismo” se aplicó a las nuevas tendencias surgidas a finales del siglo XIX como consecuencia del inconformismo y la rebeldía creativa en el arte. El termino fue utilizado de modo despectivo en un primer momento, pero fue el escritor Rubén Darío quien con orgullo asumió tal designación y la transformó en algo grande, en un verdadero punto de inflexión literario.
Rubén Darío, nacido en Nicaragua en 1867, vivió enteramente dedicado a la literatura, particularmente a la poesía. Cultivó todos los géneros a excepción del teatro, y llevó a uno de ellos, el poema en prosa, a un grado de brillantez jamás antes alcanzado. Escribió, además, notables cuentos e innumerables crónicas periodísticas.

Fotografía de documental “La búsqueda de tierras solares de Rubén Darío” (2015).
Comprendió desde pequeño que la imaginación no era suficiente para la poesía. Era un soñador que a veces se iba solo “a mirar cosas en el cielo, en el mar”. Lector precoz, comenzó a escribir antes de los diez años, y a los trece publicó en un periódico una elegía suya llamada “Una lágrima”.
“Si en una lágrima pudiera…
Decirte lo mucho que me duele esta situación,
El vacío que estás dejando a este pobre corazón,
Las cosas que alguna vez tuvieron mucho valor.”
(Fragmento de poema “una lagrima”
de Ruben darío)
Rubén Darío escribe de su realidad y también hace poemas, con juegos de palabras e imágenes bellas. Además. se dice que lleva el lenguaje poético a una cima de esplendor no conocida desde Góngora. Un dato muy importante, es que su obra está influenciada por músicos de la época como Chopin, Liszt y el siempre presente, Wagner.
Su estilo y su obra
¿Qué hizo Rubén Darío para ser considerado el padre del modernismo? Ser valiente. Ser diferente. Ser un revolucionario que rompió con paradigmas y que experimentó con la poesía. Y es que más que romper la métrica, Darío la potenció y la enriqueció con fusiones de estilos y modelos.
Entonces, se podría decir que su aporte no es en términos estrictos una ruptura, sino llevar al límite las posibilidades de expresión y creación del recurso lingüístico.
Rubén Darío renovó el lenguaje poético: utiliza campos semánticos que tienen distintas connotaciones, como el de las flores y el refinamiento (jazmines, magnolias, crisantemos), el de las piedras preciosas (topacio, esmeralda, rubí), el de la música (lira, arpegio, violonchelo) o el de los materiales de lujo (mármol alabastro, porcelana). Asimismo, maneja con elegancia los mitos griegos y romanos.
Como cualquier poeta, tenía la cabeza llena de fantasías, quimeras y ensueños. Su corazón estaba ávido de amor y siempre abierto a la esperanza. La crisis personal del autor se muestra en una poesía más honda, sincera y humana, en la que predomina la melancolía, el fracaso y temas como el sentido de la vida. Algunos de los rasgos más significativos de su poesía son:
Desazón “romántica”: La defensa de las pasiones y de lo irracional volverá a dar paso al misterio, a lo fantástico, a los sueños… Pero lo más importante son las manifestaciones de hastío y de profunda tristeza; por ello, la melancolía y la angustia son sentimientos centrales.
Reflejo de estos sentimientos es la presencia de lo otoñal, de lo crepuscular, de la noche…

“Luna saliendo a la orilla del mar” (1840) de Caspar David Friedrich.
Escapismo: Huye de la mediocridad evadiéndose en el tiempo y en el espacio. En el tiempo se retrocede al pasado nacional y legendario, o al mundo sensual de la mitología clásica. En el espacio es relevante el gusto por lo oriental y lo exótico.
Descontento con la realidad que se le ofrece, el poeta se refugia en otra, creada por él a su gusto, en escenarios lejanos o inventados.
El amor y el erotismo: El tratamiento de ambos apunta en dos direcciones: una, la idealización del amor y de la mujer, mundo inalcanzable que sume al poeta en la más profunda insatisfacción y tristeza; otra, el erotismo desenfrenado, encarnado en la mujer fatal, lasciva y dominadora
Darío consideró su primera obra Azul… “el comienzo de la primavera”. Además de emplear versos hasta entonces inexplorados como los de quince y diecisiete sílabas, Darío recupera el eneasílabo y el alejandrino, versos que habían caído en desuso. ¡Descubramos un poco más sobre este libro!
Azul… (1888)
Azul… es considerada la obra cumbre del modernismo, un grito revolucionario de la literatura. Hablar sobre el género de este libro sería algo inútil ya que es un híbrido entre poesía y cuentos magistrales. Ruben Darío rompe con la estética de la época que implicaba respetar la belleza y buscar la palabra armoniosa y pura, y se centra en hacer un nuevo uso del lenguaje.
En el modernismo, el color azul y el cisne blanco eran símbolo del movimiento. Según el mismo Darío explica, el azul era para él “el color del ensueño, el color del arte, un color helénico y homérico, un color oceánico y firmamental”.
Es una obra que contiene la flor de la juventud, que exterioriza la interna poesía de las primeras ilusiones y que está impregnada de amor.
Azul… contiene poemas y cuentos escritos durante los años que el escritor pasó en Chile. En este libro Darío demuestra que un poeta verdadero es capaz de enamorarse absolutamente: de la Mujer, de la Diosa, de la Esperanza y de la Vida, aunque ésta envenene.
¡A continuación te dejamos tres de los poemas que incluye este libro!
Venus
En la tranquila noche, mis nostalgias amargas sufría.
En busca de quietud bajé al fresco y callado jardín.
En el obscuro cielo Venus bella temblando lucía,
como incrustado en ébano un dorado y divino jazmín.
A mi alma enamorada, una reina oriental parecía,
que esperaba a su amante bajo el techo de su camarín,
o que, llevada en hombros, la profunda extensión recorría,
triunfante y luminosa, recostada sobre un palanquín.
“¡Oh, reina rubia! -díjele, mi alma quiere dejar su crisálida
y volar hacia a ti, y tus labios de fuego besar;
y flotar en el nimbo que derrama en tu frente luz pálida,
y en siderales éxtasis no dejarte un momento de amar”.
El aire de la noche refrescaba la atmósfera cálida.
Venus, desde el abismo, me miraba con triste mirar.
***
INVERNAL
Noche. Este viento vagabundo lleva
las alas entumidas,
y heladas. El gran Andes
yergue al inmenso azul su blanca cima.
La nieve cae en copos,
sus rosas trasparentes cristaliza;
en la ciudad, los delicados hombros
y gargantas se abrigan;
ruedan y van los coches,
suenan alegres pianos, el gas brilla;
y, si no hay un fogón que caliente,
el que es pobre tirita.
*
Yo estoy con mis radiantes ilusiones
y mis nostalgias íntimas,
junto a la chimenea
bien harta de tizones que crepitan.
Y me pongo a pensar: ¡oh si estuviese
ella, la de mis ansias infinitas,
la de mis sueños locos,
y mis azules noches pensativas!
¿Cómo? Mirad:
De la apacible estancia
en la extensión tranquila
vertería la lámpara reflejos
de luces opalinas.
Dentro, el amor que abrasa;
fuera, la noche fría;
el golpe de la lluvia en los cristales,
y el vendedor que grita
su monótona y triste melopea
a las glaciales brisas;
dentro, la ronda de mil delirios,
las canciones de notas cristalinas,
unas manos que toquen mis cabellos,
un aliento que roce mis mejillas,
un perfume de amor, mil conmociones,
mil ardientes caricias;
ella y yo; los dos juntos, los dos solos;
la amada y el amado, ¡oh Poesía!
los besos de sus labios,
la música de mis rimas
y en la negra y cercana chimenea
el tuero brillador que estalla en chispas. *
¡Oh! ¡bien haya el brasero
lleno de pedrería!
Topacios y carbunclos,
rubíes y amatistas
en la ancha copa etrusca
repleta de ceniza.
Los lechos abrigados,
las almohadas mullidas,
las pieles de Astrakán, los besos cálidos
que dan las bocas húmedas y tibias
¡Oh, viejo Invierno, salve!
puesto que traes con las nieves frígidas
el amor embriagante
y el vino del placer en tu mochila.
*
Sí, estaría a mi lado,
dándome sus sonrisas,
ella, la que hace falta a mis estrofas,
ésa que mi cerebro se imagina;
la que, si estoy en sueños,
se acerca y me visita;
ella, que, hermosa, tiene
una carne ideal, grandes pupilas,
algo de mármol, blanca luz de estrella;
nerviosa, sensitiva,
muestra el cuello gentil y delicado
de las Hebes antiguas,
bellos gestos de diosa,
tersos brazos de ninfa,
lustrosa cabellera
en la nuca encrespada y recogida,
y ojeras que denuncian
ansias profundas y pasiones vivas.
¡Ah, por verla encarnada,
por gozar sus caricias,
por sentir en mis labios
los besos de su amor, diera la vida!
Entre tanto, hace frío.
Yo contemplo las llamas que se agitan,
cantando alegres con sus lenguas de oro,
móviles, caprichosas e intranquilas,
en la negra y cercana chimenea
do el tuero brillador estalla en chispas.
*
Luego pienso en el coro
de las alegres liras,
en la copa labrada de vino negro,
la copa hirviente cuyos bordes brillan
con iris temblorosos y cambiantes
como un collar de prismas;
el vino negro que la sangre enciende
y pone el corazón con alegría,
y hace escribir a los poetas locos
sonetos áureos y flamantes silvas.
El Invierno es beodo.
Cuando soplan sus brisas,
brotan las viejas cubas
la sangre de las viñas.
Sí, yo pintara su cabeza cana
con corona de pámpanos guarnida.
El Invierno es galeoto,
porque en las noches frías
Paolo besa a Francesca
en la boca encendida,
mientras su sangre como fuego corre
y el corazón ardiendo le palpita.
¡Oh, crudo Invierno, salve!
puesto que traes con las nieves frígidas
el amor embriagante
y el vino del placer en tu mochila. *
Ardor adolescente,
miradas y caricias;
¡cómo estaría trémula en mis brazos
la dulce amada mía,
dándome con sus ojos luz sagrada,
con su aroma de flor, savia divina!
En la alcoba la lámpara
derramando sus luces opalinas;
oyéndose tan sólo
suspiros, ecos, risas;
el ruido de los besos;
la música triunfante de mis rimas
y en la negra y cercana chimenea
el tuero brillador que estalla en chispas.
Dentro, el amor que abrasa;
fuera, la noche fría.
***
A UN POETA
Nada más triste que un titán que llora,
Hombre-montaña encadenado a un lirio,
Que gime, fuerte, que pujante, implora:
Víctima propia en su fatal martirio.
Hércules loco que a los pies de Onfalia
La clava deja y el luchar rehúsa,
Héroe que calza femenil sandalia,
Vate que olvida la vibrante musa.
¡Quien desquijara los robustos leones,
Hilando esclavo con la débil rueca;
Sin labor, sin empuje, sin acciones
Puños de fierro y áspera muñeca!
No es tal poeta para hollar alfombras
Por donde triunfan femeniles danzas:
Que vibre rayos para herir las sombras,
Que escriba versos que parezcan lanzas.
Relampagueando la soberbia estrofa,
Su surco deje de esplendente lumbre;
y el pantano de escándalo y de mofa
Que no lo vea el águila en su cumbre.
Bravo soldado con su casco de oro
Lance el dardo que quema y que desgarra,
Que embista rudo como embiste el toro,
Que clave firme, como el león, la garra.
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