fbpx

El Café: Combustible De La Ilustración

Ya sea endulzado o amargo; con leche o bien negro; de olla o de cafetera, el café es la bebida preferida de millones de personas alrededor del mundo y hay quienes no pueden comenzar su día sin una taza de esta oscura sustancia por la mañana. Prueba de ello es la proliferación de establecimientos que comercializan esta bebida, ya sea preparada y lista para beber mientras se conduce al trabajo; o bien, en presentaciones solubles o en grano para preparar en casa.

Sea cual sea su presentación, el café es una de las bebidas más importantes para la humanidad, y esto es por diferentes motivos. En esta ocasión, exploramos, desde el materialismo histórico, cómo es que el café se convirtió en uno de los pilares más importantes de la cultura occidental en tres aspectos importantes: el científico, el filosófico, y el comercial.

 El elixir del mundo árabe

Aunque la costumbre de beber café ya era popular, alrededor del siglo XV en Yemen, para el mundo occidental era, en ese entonces, aún una bebida desconocida.

Una leyenda cuenta que un pastor etíope descubrió las propiedades estimulantes de las bayas del cafeto cuando, al pastar a su rebaño de cabras, las notó más despiertas después de haber comido de los frutos de un arbusto. Después de haberlas consumido él mismo y haberse sentido con más energía para su jornada, notificó al imán del pueblo (la persona que dirige la oración colectiva en una mezquita). El imán, posteriormente, probó secar las bayas, molerlas y prepararlas con agua hirviendo para resultar en un brebaje que se pudiera consumir durante toda la noche para soportar las largas ceremonias de oración nocturnas. Este brebaje, cuyo nombre árabe es “qahwah”, se convirtió en una bebida ritual y religiosa para los musulmanes sufíes.

Ilustración de una rama de cafeto. Pueden apreciarse sus características bayas.

La gente del mundo árabe optó por beber el café como una alternativa a las bebidas alcohólicas que fueron prohibidas por el profeta Muhammad; y su consumo, al no ser ilegal, se popularizó en diferentes establecimientos donde la gente podía ser vista mientras se servía la bebida (aunque seguramente mucho más amarga y estimulante de lo que es ahora).

Estos lugares, llamados en árabe kahwe khaneh”, no obstante, fueron mal vistos por algunos dirigentes, puesto que se convirtieron en centros de rumores o debates, los cuales amenazaban con alterar el orden público. Esto trajo consigo diversos intentos fallidos por prohibir la venta del café y la clausura de estos establecimientos.

Para el siglo XVII, algunos viajeros europeos que se encontraron con estos establecimientos en el mundo árabe quedaron sorprendidos de que eran incluso más populares y frecuentados que las tabernas europeas; y que, además, si alguna noticia de importancia surgía en la comunidad, era en estos establecimientos donde la gente acudía a conocerla.

Edmund Spencer

Casa de Café turco en el Bósforo (1838) de Edmund Spencer.

Cuando el café comenzó a introducirse en Europa, las opiniones fueron diversas. Los religiosos aseguraban que los musulmanes, quienes rechazaban el vino, la bebida sagrada de Cristo, fueron tentados por el demonio para preferir su bebida: el oscuro brebaje del café. Pero el Papa, como autoridad religiosa debía dictar sentencia. Un comerciante de Venecia dio una prueba de la bebida al Papa Clemente VIII, quien quedó maravillado con la bebida y permitió su consumo por parte de los cristianos. No tardó en popularizarse su consumo en diferentes países de Europa occidental. Se abrieron cafés en Ámsterdam, Inglaterra y Francia.

Ingleses y franceses no tardarían en idear la manera de traer para sí plantas fértiles de cafeto (pues los árabes trataban las semillas para volverlas estériles) para producir sus propias semillas. No obstante, las condiciones climáticas de Europa occidental no eran las propicias. Por lo que más pronto que tarde crearon plantaciones de café en sus colonias del Caribe, con lo cual culminaron el robo de la preciosa planta del cafeto árabe gracias a la colonización.

Un poderoso estimulante para una mente poderosa

Durante el siglo XVII en Europa, beber agua era peligroso. El agua estaba potencialmente contaminada, sobre todo en ciudades superpobladas y en pueblos miserables, con cólera, una enfermedad altamente mortal en la época. Por este motivo, las personas comenzaban el día con bebidas como la cerveza o el vino, las cuales acompañaban el resto de sus jornadas, esto es porque el alcohol en estas bebidas mata la bacteria causante del cólera.

El café, al igual que la cerveza, se preparaba con agua hirviendo, proceso que también elimina la bacteria presente en el agua, por lo que comenzó a ser una alternativa segura para beber. La gente comenzaba el día lúcida, estimulada, y con mayor energía en vez de borracha y aletargada. Las propiedades estimulantes del café se contraponen directamente a las propiedades depresoras del alcohol. Las personas rendían más en sus jornadas y en general lograban desempeñar un trabajo de mejor calidad.

Además de surgir como una nueva propuesta de bebida no peligrosa, pronto sus aficionados comenzaron a notar sus efectos positivos, entre los que destacan los múltiples beneficios que ofrece al sistema digestivo. A pesar de esto, existieron comunidades de médicos en Francia quienes se opusieron a la nueva bebida, incluso llegando a publicar manifiestos en contra de su consumo. Al cabo de poco tiempo se descubrió que los médicos tenían conflicto de interés, pues eran amigos o dueños de tabernas; establecimientos que estaban siendo rápidamente desplazados por las cafeterías. Frente a este hecho, Johann Sebastian Bach, famoso compositor alemán escribió una cantata burlándose sobre quienes atribuían supuestos efectos negativos al café. La obra se titula Kaffekantate.

Johann Sebastian Bach.jpg

Retrato de Johann Sebastian Bach (1746), de Elias Gottlob Haussmann.

No es casualidad que, posterior a la introducción del café en Europa, comenzaran a surgir movimientos intelectuales emancipadores. La claridad mental que ofrecía la nueva bebida árabe, permitía razonar mejor y más rápido. Hasta entonces, los filósofos griegos, romanos, medievales y renacentistas habían acompañado todas sus meditaciones con vino. El propio Sócrates es descrito con frecuencia como un gran bebedor de vino; por no mencionar que los simposios filosóficos eran acompañados también con esta bebida. Sería interesante pensar si, de haber conocido Aristóteles el café, hubiese pugnado por abolir la esclavitud que defendía.

Ahora, los pensadores poseían la bebida predilecta para la Edad de la Razón. El combustible de la Ilustración estaba en sus manos.

El café se convirtió pronto en la bebida preferida de los intelectuales, los políticos, filósofos y comerciantes, quienes con la nueva nitidez mental adquirida por el café podían comenzar a cuestionarse las ideas antiguas, rechazando los dogmatismos de la iglesia o del Estado para abrazar a la libertad del pensamiento y a la popularización del conocimiento. Ya para 1650 el café era asociado al saber teórico y la reflexión, además de ser la bebida que acompañaba conferencias y simposios universitarios.

No obstante, estos movimientos emancipadores fueron posibles no solo gracias a la bebida del café.

Los establecimientos del café

La manera árabe de tomar el café fue tan importante como la bebida en sí misma: los cafés eran una alternativa más respetable e intelectual a la taberna. A diferencia de la taberna oscura, pestilente y albergue de riñas; los cafés eran establecimientos bien iluminados, adornados con muebles para libros, y que invitaban a la conversación menos entorpecida por el aturdimiento que provocaba el alcohol.

En la taberna (1660), de Jean Steen.

El primer café de Londres fue abierto en 1652, y para 1663 la cifra de cafés solo en Londres era de ochenta y tres. Cabe destacar que, al menos durante las primeras décadas, las mujeres tenían prohibida la entrada a los cafés.

Los cafés europeos fueron acusados, al igual que en Yemen, por algunas personas de ser lugares que fomentaban los rumores o la charla ociosa. Pero dentro de sus puertas, se cultivaron varias de las ideas más importantes para la cultura occidental.

En principio, un dicho popular de la época rezaba que las diferencias sociales se colgaban en la puerta de entrada. Es decir, que dentro del café podían conversar de igual a igual los comerciantes más ricos como el más pobre pastor.  

Eran establecimientos abiertos al diálogo, centros de educación no formal, de debate intelectual, de elucubración literaria y filosófica; y también de innovación comercial. También fueron llamados en su época “Universidades de penique”, que era el precio de un bol de café, por el cual cualquier persona podría unirse a la conversación y al debate.

En 1684, durante una sesión de debate en un café inglés, los científicos Robert Hooke, Edmund Halley (descubridor del cometa que lleva su nombre) y Christopher Wren se encontraban discutiendo acerca de la teoría de la gravedad, y acerca de si esta teoría podría guardar relación con las órbitas elípticas que trazan los planetas. Hooke afirmó que la ley del cuadrado inverso podría explicarlo. Después de toda la noche, nadie pudo hacer las matemáticas que lo demostraran. Pero al cabo de varias semanas, Halley comentaría esta noche de debate en el café con su colega Isaac Newton, quien se dio a la tarea de resolver las matemáticas necesarias.

Al cabo de unos meses, Isaac Newton publicaría, en 1697, Philosophiæ naturalis principia mathematica, obra donde se demuestra cómo su principio de gravitación universal explica los movimientos de los cuerpos celestes.

Otro ejemplo importante es el de las ideas de Voltaire y Rousseau, quienes pugnaban por una reforma del Estado y una popularización del conocimiento. Sus libros fueron prohibidos, pero sus ideas recorrieron de cabo a rabo todos los cafés de Francia.

Una cena de Filósofos (S. XVIII) de Jean Huber. En la pintura se puede apreciar a Voltaire y a Diderot en el Café Procope.

De la misma suerte, Denis Diderot y Jean Le Rond d’Alambert compilaron su famosa Enciclopedia en el Café de la Régence, que usaban como su oficina. Comenzaron a correr por los cafés estas ideas, y el uso de las imprentas fomentaba su publicación. La sociedad plural y libre que pensaban los filósofos de la Ilustración era una realidad en los cafés, en donde, para el siglo XVIII la entrada era abierta a todo público, incluidas las mujeres. No hay que olvidar que, el pistolazo que inició la Revolución Francesa se dio, justamente, en un café.

File:Félix-Joseph Barrias - Camille Desmoulins.jpg

Camille Desmoulins exhortando al pueblo francés a levantarse en armas frente al Café de Foy el 12 de julio de 1789. Pintura de Félix-Joseph Barrias (s. XIX).

Como se ha escrito ya, el café ha sido, desde su occidentalización, una bebida asociada a la reflexión filosófica y política, al razonamiento y a la lucidez del pensamiento. Este acercamiento materialista a un periodo crucial de la historia del pensamiento occidental debe recordarnos una vez más que, sin las invenciones de la cultura musulmana, incluso las que pasan más desapercibidas, como el café, el pensamiento occidental no sería lo mismo hoy en día. Te invitamos a que compartas con nosotros una taza de café escribiendo tus reflexiones y pensamientos en los comentarios.


Encuentra contenidos similares en nuestro podcast:
Elisa Queijeiro presenta EQultura, disponible en:

Enviar un comentario