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El Realismo Mágico de Juan Rulfo En 16 Frases

Lo poco que escribió Juan Rulfo lo hizo con tal misterio, acierto, belleza y genialidad que le bastaron una novela y una serie de cuentos para convertirse en un escritor inmortal y de culto en las letras mexicanas.

Su serie de 17 cuentos, El Llano en Llamas, y su magistral novela Pedro Páramo, son libros indispensables para tener en nuestra biblioteca personal. Ambos, están cargados de soledad, nostalgia, tristeza, ausencia, olvido, violencia y vivencias de la muerte

¡Hoy que conmemoramos el aniversario 103 de uno de los más grandes escritores mexicanos y latinoamericanos, recordémoslo con algunas de sus mejores frases!

1
Tengo paciencia y tú no la tienes, así que esa es mi ventaja.
Tengo mi corazón que resbala y da vueltas en su propia sangre, y el tuyo esta desbaratado, revenido, y lleno de pudrición.
Esa también es mi ventaja.

2
Ella no se imaginaba a la muerte sino de un modo tranquilo:
tal como un río que va creciendo paso a paso, y va empujando las aguas viejas y las cubre lentamente;
más sin precipitarse como lo haría un arroyo nuevo.

3
Me haré a la idea de que te soñé –dijo-. Porque la verdad es que te conozco de vista desde hace mucho tiempo, pero me gustas más cuando te sueño.
Entonces hago de ti lo que quiero. No como ahora que, como tú ves, no hemos podido hacer nada.

4
Felipa dice que los grillos hacen ruidos siempre, sin pararse ni a respirar, para que no se oigan los gritos de las ánimas que están penando en el purgatorio.
El día que se acaben los grillos, el mundo se llenará de los gritos de las ánimas santas y todos echaremos a correr espantados por el susto.

5
Porque tenía miedo de las noches que le llenaban de fantasmas la oscuridad. De encerrarse con su fantasmas. De eso tenía miedo…

6
Hay aire y sol, hay nubes. Allá arriba un cielo azul y detrás de él tal vez haya canciones; tal vez mejores voces…
Hay esperanza, en suma. Hay esperanza para nosotros, contra nuestro pesar.

7

Se conoce que lo arrastraba el ansia. Y el ansia deja huella siempre.

8

Nadie te hará daño nunca, hijo. Estoy aquí para protegerte.
Por eso nací antes que tú y mis huesos se endurecieron antes que los tuyos.

9
Me gustas más en las noches, cuando estamos los dos en la misma almohada,
bajo las sábanas, en la oscuridad.

10
La muerte no se reparte como si fuera un bien. Nadie anda en busca de tristezas.

11
Y es que allá el tempo es muy largo. Nadie lleva la cuenta de las horas ni a nadie le preocupan como van amontonándose los años.
Los días comienzan y se acaban. Luego viene la noche. Solamente el día y la noche hasta el día de la muerte, que para ellos es una esperanza.

12
El día que te fuiste entendí que no te volvería a ver. Ibas teñida de rojo por el sol de la tarde, por el crepúsculo ensangrentado del cielo.
Sonreías. Dejabas atrás un pueblo del que muchas veces me dijiste: ‘lo quiero por ti; pero lo odio por todo lo demás, hasta por haber nacido en él.

13
Los vivos son los que son una vergüenza. ¿No lo crees tú así? Los muertos no le dan guerra a nadie; pero lo que es lo vivos, no encuentran cómo mortificarle la vida a los demás.
Si hasta se medio matan por acabar con el corazón del prójimo. Con eso te digo todo. En cambio, a los muertos no hay que aborrecerlos.
Son la gran cosa. Son buenos. Los seres más buenos de la tierra.

14

Hacia tantos años que no alzaba la cara que me olvidé del cielo.

15

¡Señor, tu no existes! Te pedí tu protección para él. Que me lo cuidaras. Eso te pedí. Pero tú te ocupas más de las almas. Y lo que yo quiero de él es su cuerpo.
Desnudo y caliente de amor; hirviendo de deseos; estrujando el temblor de mis senos y de mis brazos. Mi cuerpo transparente suspendido del suyo.
Mi cuerpo liviano sostenido y suelto a sus fuerzas. ¿Qué haré ahora con mis labios sin su boca para llenarlos? ¿Qué haré de mis adoloridos labios?

16

Y abrí la boca para que se fuera (mi alma). Y se fue. Sentí cuando cayó en mis manos el hilito de sangre
con que estaba amarrada a mi corazón.


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