
¿Que Viva México, Dicen?
“La rebeldía es la vida; la sumisión es la muerte.”
– Ricardo Flores Magón
El 15 de septiembre es el aniversario del inicio de la Guerra de Independencia, fiesta patria por excelencia en México. Un día en el que la tradición inunda los hogares, la gente saca al patriota que lleva dentro y celebra ser parte de este hermoso país. En efecto, vivimos en un país hermoso, pero hace un par de años dejé de sentir emoción por las fiestas patrias.
Ojo, seguramente habrá gente que diga que soy ese tipo de persona que cree que no hay nada que festejar y la verdad, sí. No siento ganas de pintarme la cara de verde, blanco y rojo o de ponerme la camiseta de la selección.
No tengo el estómago para gritar al unísono con más personas un grito que no representa nada en el México actual. Al menos no para mí.
¿Viva México? ¿Pero quién es México? Porque si vamos a gritar ¡viva! debe tener peso, debe tener significado. No podemos seguir repitiendo letanías como niño en catecismo sin entender lo que estamos diciendo. Es un grito de lucha, un grito de victoria y hoy es vigente hasta que carece de sentido. ¿En dónde está esa victoria que claman los políticos? ¿Qué significa ese “viva” en un país en donde matan a casi una decena de mujeres al día?
¿Viva quién?
Me indigna. Me enoja que nos enfrentamos a una creciente ola de violencia que deja cada vez más víctimas pero que no es suficiente para provocar un cambio. Tan carente es el sistema que hace unos días, varios colectivos feministas tomaron la CNDH de la ciudad de México para exigir que hicieran su trabajo.
La denuncia de una madre cuya niña fue abusada a sus siete años por un agresor que sigue libre, así como la mayoría de los abusadores sexuales. La denuncia de las madres de las muchas jóvenes víctimas de feminicidio que no tuvieron justicia fueron el grito de guerra.
La voz de mujeres que el machismo sistemático en México calla, rompió el silencio transformándolo en protesta.
Acompañadas de los colectivos feministas Aquelarre Violeta, Movimiento Estudiantil Feminista, Crianza Feminista y Ni Una Menos México, tomaron las instalaciones y realizaron pintas en ellas.
Feminista a lado del famoso cuadro de Francisco I Madero FOTO: Cuartoscuro.
La toma provocó indignación por las razones equivocadas. Una vez más, la gente le prestó más atención al manifiesto que al fondo de la protesta; en esta ocasión, cuadros de héroes nacionales pintados. Eso era lo indignante, no que las mujeres pidieran justicia por tantas desaparecidas. Parece broma, pero es real, los mexicanos tenemos la moral mal colocada.
La digna rabia. pic.twitter.com/FpFGQ3iiRJ
— Ytzel Maya (@ytzmaya) September 7, 2020
La historia se repitió. Como en las marchas feministas, la del 68, Ayotzinapa o cualquier marcha de protesta, un grupo hace algo que a la gente le parece “inadecuado”, robándole el foco a la razón de la exigencia. Pero nos falta criterio a los mexicanos, nos falta colmillo para entender que las paredes pintadas, las esculturas rotas y los cuadros intervenidos son la esencia de la lucha, porque no representan nada.
Arte vs Monumentos
Estoy cansado de escuchar a la gente decir que “esas no son maneras de manifestarse” cuando un monumento se ve intervenido por una protesta. Hay dos cosas que tener en claro para hablar de este tema.
La primera es que, sobre todo para las víctimas de violencia de género, acoso o abuso sexual no hay una respuesta del sistema de justicia. No la hay, no hay consecuencias. Ya sea por largas que se les da a las víctimas en los ministerios públicos o porque verdaderamente no les interesa la integridad de las mujeres en este país, aquí no pasa nada. Si no me creen les dejo aquí un testimonio desgarrador. Este es sólo un caso, pero muchas mujeres no corren con tanta suerte.
Y la segunda, porque la gente confunde los monumentos con obras de arte. Es entendible la confusión, pero es momento de aclararla. El arte cumple una función distinta a los monumentos públicos porque el arte es el mundo interno del artista. No cumple con una agenda política. Si alguien entrara al MUNAL a romper los cuadros de alguna exposición sin razón alguna, estaría atentando contra el arte, pero si alguien pintara una estatua o interviniera un cuadro de un expresidente, es un acto político, no vandálico.
Los monumentos públicos reflejan la historia de un lugar y representan una ideología. Por esa razón es que se tiran las estatuas de los tiranos y los dictadores, porque la sociedad no está de acuerdo con lo que representan esas imágenes que además son del dominio público, los monumentos son nuestros.
Tenemos obras que comparten cualidades con el arte, pero tienen la intención de representar algo más allá de lo artístico. Los monumentos son el reflejo del gobierno o la institución que los levanta, pero cuando esta imagen no encaja con la realidad que intenta plasmar, ¿entonces qué representan?
¿Qué tan independiente es un país en donde se levanta un Ángel a la Independencia, pero las mujeres no pueden caminar en las calles o estar en sus casas sintiéndose seguras?
¿Por qué hace más ruido que rayen un cuadro de Madero que la denuncia de una pequeña abusada sexualmente? En este país el gobierno solo se movería en serio si desaparecieran una de estas tres mujeres: El Ángel de la Independencia, la Diana Cazadora o la Vírgen de Guadalupe. Las de carne y hueso pasan desapercibidas.
Comienzo a pensar que lo importante son las ideas, no las realidades. Los “valores” de respeto hacia los símbolos patrios que nos enseñan desde pequeños pierden sentido frente un país que no respeta a sus propios ciudadanos y nos tiene tan aborregados que saltamos ante la menor provocación.
En marzo tuve la oportunidad de ser parte del elenco de una ópera que estaba programada en el Palacio de Bellas Artes. Después de la marcha del 8M, una estatua que se encuentra afuera del palacio fue intervenida con pintura y hasta martillazos. La gente, de nuevo, se indignó por las razones equivocadas. En cambio el escultor, Javier Marín estuvo de acuerdo. Al ver cómo quedó su escultura de Francisco I. Madero, escribió en su cuenta de Instagram:
“¡Bien!
Por eso se instaló sin pedestal, para qué el ‘Padre de la democracia’ fuera parte de las manifestaciones sociales y democráticas. Ojalá se quedara así como testimonio de esta protesta.”
@javiermarinescultor
El mismo escultor lo entendió pero la gente no. Recuerdo haberme detenido a ver la estatua y pensar que esas mujeres estaban haciendo historia. Una señora muy enojada se acercó a preguntarme, para que fuera su cómplice, que si estaba de acuerdo en que esas no eran maneras.
Foto que tomé dos días después de la Marcha
Le contesté que sí. Que sí eran maneras de protestar.
La señora se enojó y arremetió contra mí por no haberla apoyado, y yo tranquilamente le comenté lo que dijo el escultor. Me dijo que la violencia no era la solución, y estoy de acuerdo. Pero también hay que entender que la violencia que se vive por el hecho de ser mujer es mucho mayor a cualquier forma de protesta contra un objeto inanimado.
Así se manifiesta el hartazgo ante tanta violencia
Un vaso a punto de desbordarse, cuando llega a su límite, se va a desbordar. Lo mismo pasa con la violencia. La gente que está sometida a tanta injusticia, a tanta presión, desigualdad y violencia, va a reventar en algún momento y la explosión no será de abrazos. Es una consecuencia lógica. No estoy diciendo que está bien la violencia, de hecho, no estoy estableciendo un juicio de valor porque lo haría desde mi privilegio y no es motor de entendimiento.
Pero cuando causas así explotan, como lo ocurrido también con el “Black Lives Matter” hace unos meses, es porque son parte de una progresión inevitable.
La privación de derechos siempre va a provocar la exigencia de éstos, y las exigencias no son con un por favor y gracias.
Es una bola de nieve que crece y crece, hasta chocar con algo.
Imagínense a los “Padres de la Patria” pidiendo a España que por favor los dejaran ser su propia nación. Las revoluciones no funcionan así. Gracias a que nosotros empatizamos con las víctimas de injusticias es que podemos provocar un cambio. Cuando hay una respuesta violenta durante una protesta y se muestra en los medios, la gente suele ignorar la razón de protestar. La opresión pasa a segundo plano porque “hay maneras”.
Marchas feministas en Guadalajara de Giselle Dessavre.
El motivo de indignación debe de ser por los gritos de estas mujeres que alzan la voz por aquellas que no pueden. Y no es nuestra labor como hombres proteger a las mujeres. Nuestra trinchera es otra, nuestra trinchera es ser mejores en este coexistir, nuestra trinchera es romper el pacto patriarcal desde nosotros mismos y no estorbar, no buscar protagonismo o hacer juicios mientras ellas exigen la justicia que les corresponde.
Entonces no, no voy a gritar “Viva México” antes de cenarme unos ricos chiles en nogada. No voy a celebrar la identidad de un país cuyas bases están tan podridas que las mujeres mueren por el simple hecho de ser mujeres. Al ver estos testimonios, al escuchar a tantas mujeres vivir con miedo sólo puedo imaginarme lo culero que es ser mujer en una sociedad así. ¡Qué terror! Que me digan malinchista, vende patrias, amargado, incoherente, todo eso lo puedo aguantar.
¿Que viva México cabrones? No. Cabrones, no. ¡Que vivan las mujeres! No de la forma vacía en que se gritan nombres en el zócalo cuando se toca una campana antes de que salgan los cuetes a darle en la madre a los perritos. Si grito qué vivan las mujeres lo digo en serio. Ese es el verdadero grito de independencia.
¡Que vivan las mujeres y que dejen de aparecer muertas!
Solo entonces que viva México.
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