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El Lado Oculto De Sor Juana

Ícono feminista

Aunque normalmente se describe a Sor Juana Inés de la Cruz como una autora novohispana más que latinoamericana, hay que reconocer que fue en territorio mexicano donde la poeta vivió y desarrolló su obra. Se podría debatir la identidad de Sor Juana, tanto mexicana como española, pero algo innegable es que es un ícono de la literatura mexicana y la cultura en general de este país. Sor Juana está presente de manera constante en la vida de todos los mexicanos y mexicanas, ya sea porque han leído su obra o simplemente la tienen ubicada como una escritora importante y por ser la cara del billete de doscientos pesos.

 De cualquier forma, la imagen y narrativa que se ha popularizado alrededor de esta célebre monja suele ser la misma: mujer fuerte y aguerrida que se rehusó a limitar sus habilidades al confinamiento del matrimonio y la maternidad; que luchó por obtener una educación y hacer que su voz fuera escuchada en un mundo patriarcal. Todos y todas nos hemos encontrado en algún momento con sus famosos versos:

Hombres necios que acusáis

a la mujer sin razón,

sin ver que sois la ocasión

de lo mismo que culpáis:

El poema completo es una denuncia a los hombres de la época y al trato injusto que recibían las mujeres; lo cual sorprende, considerando que se trataba del s. XVII. Una verdadera protesta al machismo prevalente de la sociedad en la que vivió.

Y no olvidemos su Carta a Sor Filotea de la Cruz, en donde da respuesta a los reclamos condescendientes del obispo de Puebla (bajo el seudónimo de Sor Filotea) y defiende de manera ingeniosa y poética su derecho a estudiar y escribir aun siendo mujer. 

Son obras como éstas las que han convertido a Sor Juana en un símbolo del feminismo en México. Esta interpretación no es errónea, pues sí es verdad que su lucha fue a favor de la libertad y los derechos de las mujeres. Sin embargo, este lado de la poeta novohispana es únicamente la punta del iceberg de lo que fue Sor Juana Inés de la Cruz.

 Sor Juana y la Virreina

Mucho se podría decir sobre los aspectos menos conocidos de Juana Inés Ramírez de Asbaje y Santillana, como el hecho de que su amor por la sabiduría no se limitaba a la literatura, sino que también poseía amplios conocimientos musicales y matemáticos. También se podría hablar de sus autos sacramentales, villancicos, teatro profano, entre muchas otras. Pero hay un tema especialmente interesante que no había sido reconocido hasta hace poco: la relación de Sor Juana Inés de la Cruz con la virreina María Luisa Gonzaga Manrique de Lara.

La historia de la relación entre las dos mujeres inicia con la llegada del virrey Tomás Antonio de la Cerda en 1680. En la Nueva España, era costumbre realizar dos arcos triunfales para recibirlo. La iglesia encargó a Sor Juana realizar uno de estos arcos. Cabe destacar que aquella fue la primera vez que dicho encargo quedaba en manos de una mujer, y Sor Juana estaba decidida a que su obra fuera verdaderamente memorable. Así fue como surgió el Neptuno Alegórico. Lo propio era que los arcos contuvieran un poema que comparara al gobernante con un personaje grecorromano con el fin de elogiar a su persona y plantear las expectativas del pueblo hacia ésta. Sor Juana siguió esta regla, comparando al Virrey con el dios Neptuno, pero también hizo algo diferente e impactante:

En su obra, dio igual importancia a la virreina María Luisa, retratándola como la esposa de Neptuno, ambos dioses del océano. 

Esto lo hizo esperando llamar la atención de la condesa, quien se convertiría en su protectora y principal fuente de inspiración.

La cuestión sobre si el amor de Sor Juana hacia la Virreina era romántico o no se ha debatido extensamente entre los estudiosos de la poeta, señalando datos históricos de la monja y de la época para determinar la posibilidad de que esto fuera cierto. Pero basta con echar un vistazo a los muchos poemas que Sor Juana dedicó a María Luisa para darse cuenta del evidente amor y admiración que la poeta sentía por esta mujer.

Sor Juana Inés de la Cruz y la virreina María Luisa, una historia de amor - Diario de Querétaro | Noticias Locales, Policiacas, de México, Querétaro y el Mundo

Sor Juana Inés de la Cruz con la virreina María Luisa Gonzaga Manrique. Fuente: Diario de Querétaro

Tres poemas para María Luisa

Estas obras son solo tres de los muchos poemas de Sor Juana Inés de la Cruz dedicados a María Luisa Gonzaga Manrique, pero evidencian de manera muy clara los sentimientos de la monja hacia la Virreina y, por supuesto, su descomunal talento poético.

“Lo atrevido de un pincel” es un romance que Sor Juana escribió para “Filis” uno de los nombres que utilizaba en su poesía para referirse a María Luisa. Se dice que la inspiración para escribir esta obra surgió después de que Sor Juana observó un retrato de la virreina y pensó que éste no le hacía justicia a la belleza de la mujer, por lo que decidió intentar retratarla con su poesía, aunque no pensaba que ni el pincel ni la pluma lograran captar correctamente su hermosura. La poeta refleja un amor petrarquista: un amor que lastima.

Sin embargo, es un dolor necesario, pues solo sabe que vive porque muere de amor. 

Lo atrevido de un pincel,

Filis, dio a mi pluma alientos,

que tan gloriosa desgracia,

más causa ánimo que miedo.

[…]

Yo pues, mi adorada Filis,

que tu deidad reverencio,

que tu desdén idolatro

y que tu rigor venero:

bien así como la simple

amante que en tornos ciegos,

es despojo de la llama

por tocar el lucimiento;

como el niño que, inocente,

aplica incauto los dedos

a la cuchilla, engañado

del resplandor del acero,

y, herida la tierna mano,

aún sin conocer el yerro,

más que el dolor de la herida

siente apartarse del reo; 

[…] 

Ser mujer, ni estar ausente,

no es de amarte impedimento,

pues sabes tú que las almas

distancia ignoran y sexo.

 […] 

Pues siendo tú el más hermoso,

grande, soberano, excelso,

que ha visto en círculos tantos

el verde torno del tiempo,

¿para qué mi amor te vio?,

¿por qué mi fe te encarezco

cuando es cada prenda tuya

firma de mi captiverio?

Vuelve a ti misma los ojos,

y hallarás, en ti y en ellos,

no sólo el amor posible,

mas preciso el rendimiento,

entre tanto que el cuidado,

en contemplarte suspenso,

que vivo, asegura, sólo

en fe de que por ti muero.

Existían demasiados obstáculos entre el amor de Sor Juana y la Virreina, tales como el voto de castidad que había hecho Sor Juana por ser monja, que María Luisa estuviera casada, que la condición de Virreina de ésta le impidiera establecer relaciones fuera de la realeza y, por supuesto, el hecho de que el amor entre dos mujeres fuera algo terriblemente mal visto y prohibido en aquella época. 

Pero en el siguiente soneto, Sor Juana ofrece una razón, mucho más potente que las otras, por la cual “Lisi” (otro de los apodos que tenía para su amada) no podía corresponderla: la certeza de que nadie, por más bueno que sea, merece ser poseedor de algo tan grande y sagrado como el amor de María Luisa.

Fundación Iguales on Twitter: "La supuesta historia de amor entre la poetisa Sor Juana Inés de la Cruz y la virreina María Luisa Manrique de Lara es ampliamente conocida. Acá ilustradas por

Sor Juana Inés y María Luisa, condesa de Paredes y virreina de México. Fuente: KronosHistoria

Yo adoro a Lisi, pero no pretendo

que Lisi corresponda mi fineza;

 pues si juzgo posible su belleza,

a su decoro y mi aprehensión ofendo.

No emprender, solamente, es lo que emprendo:

pues sé que a merecer tanta grandeza

ningún mérito basta, y es simpleza

obrar contra lo mismo que yo entiendo.

Como cosa concibo tan sagrada

su beldad, que no quiere mi osadía

a la esperanza dar ni aun leve entrada:

pues cediendo a la suya mi alegría,

por no llegarla a ver mal empleada,

aun pienso que sintiera verla mía.

El retrato poético es una tradición de los Siglos de Oro donde el poeta realiza una descripción física de la persona amada de manera descendiente (de la cabeza a los pies). Cuando Sor Juana decidió abordar este tipo de poema lo dedicó, claro, a su amada Lisi. Aquí la poeta vuelve a demostrar tanto su amor por la virreina como su habilidad literaria, pues ya existían una gran cantidad de retratos poéticos y Sor Juana se enfrentó con el reto de utilizar las mismas metáforas ya establecidas por la tradición (los ojos son soles, los dientes perlas, etc.) pero de una manera distinta. 

Por si fuera poco, la poeta decidió llevar la tarea a otro nivel de dificultad y realizó un poema esdrújulo (la primera palabra de cada verso es esdrújula).

Lámina sirva el cielo al retrato,

Lísida, de tu angélica forma;

cálamos forme el sol de sus luces,

sílabas las estrellas compongan.

Cárceles tu madeja fabrica,

Dédalo que sutilmente forma

vínculos de dorados ofires,

tíbares de prisiones gustosas.

Hécate, no triforme, mas llena,

pródiga de candores asoma:

trémula no en tu frente se oculta,

fúlgida su esplendor desemboza.

Círculo dividido en dos arcos

pérsica forman lid belicosa:

 áspides que por flechas disparas,

víboras de halagüeña ponzoña.

Lámparas, tus dos ojos, febeas

súbitos resplandores arrojan,

pólvora que a las almas que llega

tórridas abrasadas transforma.

[…]

Dados los numerosos obstáculos en la relación de ambas mujeres, se especula que ésta no fue más que algo platónico. Tampoco podemos saber si la Virreina alguna vez correspondió el amor de Sor Juana, pero con poemas tan apasionados como estos, ¿cómo no enamorarse?


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