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El Mito del Nacimiento de la Independencia de México

Este año, como todos los años desde hace ya muchas décadas, miles de familias mexicanas se reunirán la noche del 15 de septiembre alrededor de una cena exquisita y abundante de platos regionales para festejar el nacimiento de una nación: México, tal y como la conocemos ahora.

Y cómo no íbamos a reunirnos, si el 16 de septiembre de 1810, un grupo de valientes héroes y heroínas, liderados, por supuesto, por el Padre de la Patria, dieron inicio a un movimiento político y bélico que buscaba la independencia de la Nueva España de sus invasores europeos para consolidarse como una naciente república.

La historia del movimiento de Independencia de México es bien conocida por sus habitantes: los militares que conspiraban en secreto para derrocar al mal gobierno; el cura bonachón, quien convocó a un levantamiento armado a todo el pueblo de Dolores en contra de los españoles; el hombre, valiente y humilde, quien se cubrió con una pesada losa de concreto para incendiar la entrada de la base militar española del pueblo… y todo el imaginario que despierta esta fascinante historia.

Si naciste o creciste en México, seguro has escuchado muchas veces la historia, en la escuela, en series de televisión, o en los medios de comunicación. Pero, ¿te has preguntado si todo lo que se dice al respecto es verdad?, ¿los hechos sucedieron tal y como nos los contaron?, ¿las intenciones de los héroes de la patria fueron siempre tan loables?

 

La construcción de un mito

Antes de comenzar a desmentir algunas de las falsas creencias que se han cocinado en torno al movimiento de independencia de México, conviene reflexionar al respecto de los motivos utilitaristas detrás de la construcción de mitos. Para muestra, un ejemplo.

La famosa guerra de Troya, una historia que narra, mezclando realidad y ficción, la guerra de los pueblos aqueos en contra de la ciudad de Troya, sirvió para infundir en los ciudadanos griegos un espíritu valiente, virtuoso y dispuesto a la guerra para defender el honor y la autonomía de la Polis. La educación griega antigua se valía de las historias de héroes para que sus ciudadanos buscasen asemejarse a ellos. Por ello era necesario mitificarlos y narrar sus hazañas llenas de virtud y honor.

La misma historia fue retomada varios siglos después por Virgilio, en su célebre Eneida. Esta obra fue escrita por encargo del primer emperador romano, Augusto, para glorificar al naciente imperio dotándolo de un origen mítico, con la finalidad de que los ciudadanos romanos se sintieran herederos de héroes, deseosos de preservar y defender el imperio que habían fundado.

“La Ira de Aquiles” (1819), de Michel Drolling.

¿Y esto qué tiene que ver con la Independencia de México? La respuesta es sencilla: todo. La historia oficial, esa que aparece en libros de texto y otros medios, está llena de mitos: de ficción mezclada con hechos históricos. Esto no es gratuito, sino que obedece a ciertas intenciones prácticas para el funcionamiento de nuestra sociedad contemporánea. En palabras de Mircea Eliade, famoso historiador de las religiones:

“El mito no es una explicación destinada a satisfacer una curiosidad científica, sino un relato que hace revivir una realidad original y que responde a una profunda necesidad religiosa, a aspiraciones morales, a coacciones e imperativos de orden social, e incluso a exigencias prácticas”

De manera que, teniendo esto en cuenta, podemos develar la verdad oculta detrás de algunos de los mitos más famosos de los orígenes de la Independencia de México.

 

Mentiroso sin memoria pierde el hilo de la historia

Una de las historias que más confusión causa entre los mexicanos es la del grito de Dolores. El imaginario colectivo ha creado la idea de que el cura Miguel Hidalgo y Costilla llamó a los pobladores de Dolores a levantarse en armas la madrugada del 15 de septiembre. La verdad es que el cura fue más precavido, y llamó a la misa de las siete a los pobladores, donde, una vez reunidos, les instó a levantarse en armas. Hoy en día, el nacimiento de la nación se celebra el 15 de septiembre por mandato de Porfirio Díaz durante su dictadura; esto para hacerlo coincidir con su cumpleaños. No obstante, hay registros de conmemoraciones del inicio de la Independencia el día 15 de septiembre que datan del año 1830.

El mito dice que el cura Miguel Hidalgo y Costilla tocó personalmente la campana de Dolores para llamar al pueblo a la guerra. La realidad es que fue uno de los ayudantes de la iglesia quien lo hizo; mientras que la tradición de que el presidente de la República toque la campana comenzó en 1896, cuando Diaz ordenó trasladar la campana (cuyo nombre es Esquilón San José) al Palacio Nacional.

Mural del cura Miguel Hidalgo y Costilla con el primer Ejército Insurgente.

El mito dice que los conspiradores y primeros insurgentes pensaban en la nueva nación como una república democrática e independiente; en donde todos fueran iguales, sin distinción de castas ni esclavitud; y que sería gobernada por mexicanos. La verdad es que el cura Hidalgo y el resto de conspiradores eran criollos ilustrados, es decir, españoles americanos con acceso a la educación. La Corona Española había caído en manos de Napoleón Bonaparte, y los españoles americanos, quienes ya de por sí eran marginados por los españoles europeos, vieron la oportunidad de establecer una monarquía independiente que pudieran gobernar a su gusto, siendo los criollos el nuevo estrato social dominante, (libres de explotar los recursos materiales y humanos) y encabezada por el entonces usurpado Rey de España, Fernando VII. A esto se le llama patriotismo criollo. De modo que garantizar justicia, libertad o condiciones laborales dignas a indígenas y mestizos no estaba dentro de los planes de los primeros insurgentes.

El mito dice que el cura Miguel Hidalgo tomó como bandera y estandarte una imagen de la Virgen de Guadalupe la noche en que se levantaron en armas. La realidad es que varios días después, fueron los miembros del primer ejército insurgente quienes tomaron la imagen de la Virgen de Guadalupe de una iglesia para usarla como estandarte. Desde entonces, la imagen de la Virgen de Guadalupe ha sido símbolo del patriotismo criollo. Una representación de que Dios eligió tierras americanas para que fueran administradas por españoles nacidos ahí; y un recordatorio de que la monarquía criolla que pretendían instaurar los insurgentes sería, además, católica y monástica.

“Retablo de la Independencia” (1960), de Juan O’Gorman, en el Castillo de Chapultepec.

El mito dice que el ejército insurgente estaba compuesto, en su mayoría, por pueblerinos analfabetas e indígenas, armados con rocas y palos. La verdad es que la primera rebelión se dio en esas condiciones, pero a lo largo de los diez años que duró la guerra, se formó un ejército insurgente bien armado y entrenado, liderado por militares criollos.

El mito dice que un hombre conocido como “El Pípila” se echó en la espalda una losa de concreto para protegerse de los proyectiles de las tropas reales novohispanas para incendiar la entrada de la Alhóndiga de Granaditas. La verdad es que no existe registro histórico certero de este personaje, ni de este hecho. De modo que el personaje “El Pípila” obedece a la construcción de héroes. Un mexicano como todos nosotros que, un día se convierte en héroe de la patria; una historia que inspira a los demás a emular su patriotismo heróico.

El mito nos hace pensar que el cura Miguel Hidalgo y el militar Ignacio Allende fueron buenos compañeros durante la batalla, y que luchaban fraternamente. La realidad es que Allende estuvo en contra de muchas de las decisiones tomadas por Hidalgo, quien, al ver el poder de convocación que tuvo, se volvió soberbio y orgulloso; permitiendo, además, muchos saqueos, violaciones, hurtos y asesinatos por parte de la turba enardecida. Allende, de hecho, intentó envenenar a Hidalgo para tomar el control del movimiento. Cosa que nunca pudo conseguir.

El mito dice que, tras 300 años de opresión española, se recuperó la identidad mexicana que existía antes de la llegada de Cortés. La verdad es que en el territorio mexicano nunca existió una nación o una cultura homogénea, sino que existieron decenas de ellas. La variedad cultural era tal, que ni siquiera existía un solo idioma, una sola moneda de cambio, o un solo cuerpo religioso. De manera que la identidad mexicana, como tal, es herencia del patriotismo criollo que surgió durante el movimiento de independencia.

“La Fusión de dos Culturas” (1960), de Jorge González Camarena, en el Castillo de Chapultepec

El mito dice que, al final de la independencia, se derrotó a la monarquía y nos convertimos en una nación libre, independiente y autónoma. La realidad es que esto es verdad a medias. Si bien se consolidó una nación independiente, no fue ni ligeramente cercana a como es México hoy en día. Al final del movimiento independentista, se instauró una monarquía constitucional moderada; y, posteriormente, un nuevo imperio mexicano, de quien Agustín de Iturbide fue el primer emperador.

        

¿Se acabó la fiesta?

Después de desmentir algunos de los mitos en torno a la independencia de México y reconocer los propósitos prácticos a los que obedecen, tal vez te preguntes: entonces… ¿ya no celebro nada? Bien sabemos que el pueblo mexicano se caracteriza por un ánimo alegre y fiestero. Si festejamos y celebramos la muerte, ¿por qué no íbamos a celebrar el inicio de la independencia de nuestra nación?

Es cierto que la historia oficial está llena de mitos, de intenciones ocultas y de secretos, y es verdad que nuestra responsabilidad social es no perder la memoria y robustecer nuestra conciencia histórica; inspeccionar de manera crítica y rigurosa la manera en la que nos relacionamos con nuestro pasado. Pero ello no significa que no tengamos motivos para celebrar.

México es un país que cada día es construido por mujeres y hombres independientes, valientes, y constantes. México posee una riqueza cultural, intelectual y material abrumadora, de la cual todas y todos somos parte.

Festejemos el ser parte de una cultura rica, abundante y prometedora. Celebremos el arduo trabajo, ese que dignifica y transforma al mundo, de todos y de todas las mexicanas que se esfuerzan por mejorar cada día. Que construyen un mejor camino y que resignifican, día con día, lo que es el ser parte de una comunidad incluyente y tolerante; de lucha y resistencia; de libertad y autonomía; de revolución y de independencia.

 

Bibliografía.

Brading, D. (2004). Los orígenes del nacionalismo mexicano. México: Ediciones Era.

Van Young, E. (2006). La otra rebelión: la lucha por la independencia de México, 1810-1821. México: Fondo de Cultura Económica.


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